El 13,1% de los trabajadores cubiertos por el sistema de riesgos del trabajo tiene 55 años y más, y el 0,6% es mayor de 70 años. Las mejores condiciones de vida y de salud y el consecuente aumento de la esperanza de vida al nacer, nos permite conjeturar que este porcentaje tenderá a incrementarse en el futuro.

Los trabajadores de mayor edad poseen cualidades distintivas: cuentan con estrategias y destrezas adquiridas a base de experiencia, con conocimientos técnicos acumulados a lo largo de su vida laboral, demuestran tener mejor criterio y alto grado de compromiso; y a la vez, comienzan a experimentar cambios en sus capacidades funcionales, sobre todo de carácter físico y sensorial, como consecuencia del proceso natural de envejecimiento. Estos cambios no son uniformes, y van a estar en gran parte determinados por la calidad y estilo de vida, nutrición, condición física, predisposición genética a la enfermedad, nivel educativo, condiciones de trabajo y otros entornos.

La experiencia laboral y el conocimiento específico de su trabajo, los hace menos proclives a tener accidentes laborales, aunque si estos ocurren requieren más días de recuperación. Por otra parte, la tasa de mortalidad laboral es mayor, al igual que las enfermedades profesionales y los casos que derivan en una secuela incapacitante. Ante este escenario, conocer las características tanto de su inserción como de la accidentabilidad laboral, resulta fundamental para contribuir a la implementación de medidas focalizadas tendientes a garantizar a estos trabajadores una protección adecuada a sus circunstancias cambiantes.

En este marco, el informe que aquí se presenta tiene por objeto contribuir, con datos oportunos de periodicidad anual, a la elaboración de políticas y planes de acción orientados al abordaje de algunos aspectos laborales que conciernen a los adultos de mayor edad, tema que ha cobrado relevancia en los últimos años.

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